sábado, 14 de abril de 2018

No hay dos sin tres

Parece que va surgiendo un patrón de venir a Soetdoring cada mes... aunque cambiando las compañías. Esta vez, la tercera, me acerqué con los miembros del grupo local de BirdLife Free State: hace un par de semanas fui con Charissa a una charla muy interesante que organizaron sobre cómo compatibilizar en las playas el uso recreativo con la reproducción de aves costeras. Me enteré entonces de que pensaban hacer hoy una salida; y no había ya plazas, pero justo ayer me avisaron de que quedaba una plaza libre, y pasadas las seis de la mañana salimos llenos de ganas de pajarear.

Aunque llevábamos una semana de lluvias y frío, de lo más desapacible, y la prevsión para hoy era bastante mala, al final se quedó un día soleado estupendo para salir a pajarear o cambiar de forma de gobierno. En Soetdoring mismo pasamos buenos momentos, viendo los corredores escamosos Smutsornis africanus que parecían estar por todas partes, y otras tantas aves de zonas herbosas...

 ... pero en realidad el día lo empezamos algo más al norte, en Southpan, la zona de salinas abandonadas donde habíamos visto en febrero las cigüeñas, y que tras dos meses de lluvias casi continuas presentaba una cara mucho más amable para las aves acuáticas. Y en vez de cigüeñas, a lo lejos había ahora algunos flamencos, que pegan mucho más con este ambiente de lagunas interiores. Y avocetas, y tarros (sudafricanos); ¡cualquiera diría que estábamos en Manjavacas o en Villacañas...!

 La verdad es que el día estaba "de lo más manchego", y me puse bastante melancólico... pues en España cierto es que suelo pajarear mejor acompañado. Que ojo, que los pajareros con que salí hoy eran un grupo de lo más majo (y heterogéneo: cuatro jubiladas ya más en la cuarta edad que en la tercera, un jevi melenudo y una niña de unos 15 años prácticamente muda); pero mis amigos son muy amigos y mucho amigos.

 Vimos no muchos bichos distintos, pero sí bastante variados; estuvo el día entretenido. Contaba yo con ver varias especies de patos nuevas, pues es un grupo que tengo bastante poco trabajado aquí abajo, pero por desgracia al principio solo parecía haber ánades picolimón Anas undulata y piquirrojos A. erythrorhyncha, que ya han salido en entradas anteriores de este blog...

 ... menos mal que un par de cucharas de El Cabo Spatula smithii (el macho, el del ojo dorado) tuvieron a bien ser una de mis tres especies nuevas del día.

 Buena parte de la zona de Southpan lucía así: verde a primera vista, pero cuajada de agua en realidad en cuanto uno se fijaba más de cerca. De agua y de bichejos, supongo, pues aunque peces no creo que hubiese (todo esto era una llanura yerma hace un par de meses) imagino que entre renacuajos e invertebrados daría como para llenar el estómago de todo lo que pululase por allí...

... que no era poco. Mientras algunos buscaban algo que echarse al pico, a otros les tocaba el turno de descansar. Cormoranes, garzas, espátulas e íbises, patos... eché en falta eso sí ver más limícolas invernantes, pues apenas sí metimos en la lista un solitario combatiente. Imagino que deben de andar todas ya por ahí arriba con vosotros, al igual que los cernícalos que ya no se ven por aquí...

 ... otras en cambio, como los fumareles aliblancos Chlidonias leucopterus, aún estaban engordando antes de emprender rumbo al norte. Algunos aún con el plumaje invernal, otros completamente mudados al de cría, daban pasadas a la caza y captura de libélulas junto con sus primos los fumareles cariblancos (residentes aquí) sobre las cabezas de las gartetas piquicortas Ardea brachyrhyncha: una especie de cruce entre garceta grande y garcilla bueyera que me taché hoy también.

Y a mayores de las aves acuáticas, pajarillos también; aunque no les hicimos mucho caso, pues estábamos más centrados en darle uso a los telescopios. Culpa mía pues que mi observación del tercer y último bimbo del día, un carbonero cinéreo Melaniparus cinerascens, fuese mala y atropellada, de un bicho marchándose ya de la rama donde lo tuve durante mucho tiempo posado sin hacerle caso. Me consolé con este macho de quelea piquirrojo Quelea quelea de la variante de mejillas claras, que no es la más habitual.

Y así fuimos pasando el día, entre prismáticos y telescopio, ojeadas a la guía y a la pantalla de la cámara de fotos para ver más de cerca aún a los bichos, bocadillos bajo los árboles y palmadas para librarnos de los mosquitos que también descansaban a la sombra del ramaje... un buen día de campo, sí señor.

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