martes, 16 de enero de 2018

Junto a la mesa de trabajo (Back to Kruger, IV)

Un milpiés pigmeo...
 Os he estado diciendo en las entradas anteriores que "si no vimos muchos bichos durante el muestreo, fue porque estuvimos mucho tiempo anillando", pero bueno, eso no quita para que, en el proceso, sí que se dejasen ver muchos bichos curiosos, tanto los que cayeron en las redes como los que sin más se dejaron caer por allí...

 Una red que colocamos "por entretenernos": para coger más tipos de aves de los que cayesen en las redes que pusimos para los picabueyes y que no os puedo enseñar porque de los cercados de los rinocerontes no podíamos hacer fotos. De todas maneras, el trabajo fue mucho más entretenido y fructífero que en julio: de aquellas habíamos cogido solo ocho o nueve picabueyes y decenas y decenas de tórtolas, que nos dieron mucho trabajo. En esta ocasión cogimos menos aves, las suficientes como para estar entretenidos, pero muchos más picabueyes, más de veinte; y las otras especies, de lo más variado.

 De todas maneras las fotografías de aves en mano siempre son así más tristes, por lo que os pongo unos cuantos retratos "del natural", de unas pocas de las especies que nos hacían compañía a lo largo de la mañana. Los abejarucos frentiblancos Merops bullockoides, algo más pequeños y menos coloridos que los europeos, pero igualmente muy bonitos, son sedentarios y los vimos ya en julio...

 ... al contrario que los abejarucos carmesíes sureños Merops nubicoides, que pasan el invierno algo más al norte y acababan de llegar al Kruger a la par que nosotros. No hace falta que os comente qué espectaculares son estos bichos, con la mezcla de turquesa y carmín  esas colas infinitas.

 Pero que un pájaro no sea llamativo no quiere decir que no sea también bonito o curioso, al menos de nombre: el nombre científico del bulbul de Zanzíbar, Andropadus importunus, significa "que sigue al hombre y lo molesta", y hace referencia a que estas aves, como los arrendajos en Europa, tienen la costumbre de delatar la presencia de los depredadores (o de los cazadores que igualmente intentan acechar algún antílope) reclamando insistentemente junto a ellos. Este que teníamos al lado se contentó con comer bayas en un arbusto, haciendo caso omiso de nosotros.

 Un toco piquigualdo sureño Tockus leucomelas, el cálao que más estoy viendo por Sudáfrica adelante. Este de la foto se dedicaba a, en precario equilibrio, ir sacando araña tras araña de entre los resquicios de la verja metálica en que lo veis.... no sé yo si le compensaría el esfuerzo; ya podrían ser sabrosas.

Y cierro ya esta entrada con un ave que ya hace meses os dije que tenía muchas ganas de ver, por lo que podéis imaginar que me hizo especial ilusión verla en directo: efectivamente, la viuda colicinta Vidua macroura resultó ser tan espectacular como me la esperaba, diminuta y de cola absurdamente larga. incluso la hembra que aparece en segundo plano me hizo gracia. Allí estaban alimentándose los dos, entre las briznas de heno de los rinocerontes, buscando semilla de una forma muy curiosa: dando pequeños saltitos acompañados de "coces" hacia atrás con ambas patas, para remover el terreno. Un encanto de bicho...

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