viernes, 24 de noviembre de 2017

Dolores se llamaba Ana (Back to Kruger, I)

 No fue en un pueblo con mar, sino en un parque con fieras, y por eso tocaba distinta canción: estando yo enmimismado en el laboratorio, fijando los frotis que habíamos estado haciendo durante la mañana, de repente me di cuenta de que del laboratorio vecino salía una música de lo más familiar; y sin encomendarme a Dios ni al diablo entré y, mientras Yosi nos recordaba lo mal que se vive cuando vales cuanto tienes, le pregunté a la menos morena de las dos chicas que había dentro si "¿eres de Orense?" "...... no. De Pontevedra...... ¡Hola!"

Y así me encontré con Ana, postdoc establecida en Ciudad del Cabo, en medio del Kruger.

 Parque al que volvimos, cuatro meses más tarde, para seguir trabajando principalmente en el máster de Mariska. Para eso y para que dos estudiantes del departamento de Virología cogiesen también muestras de sangre de ave en las que ensayar métodos de detección de flavivirus. Apenas una semana (menos: cinco días reales en el Parque) en la que no nos hemos movido mucho, pues la hemos pasado capturando aves por la mañana, procesando luego las muestras en los laboratorios de los servicios científicos de Skukuza (la "capital" del Kruger), e intentando descansar algo luego, fatigados más por el calor que por la actividad física...

Una semana digo en la que, como no nos hemos movido mucho, pues tampoco hemos visto ni de lejos tanto bicho distinto como en julio. Con todo y con eso, "si Mahoma..." etc, y animales como este precioso macho de niala Tragelaphus angasii se acercaban a echarnos un ojo hasta la verja misma del campamento. Y alguno más que ya os iré enseñando estos días; no os preocupéis, que vengo con fotos suficientes para unas cuantas entradas. A ver si saco tiempo de editarlas y de escribirlas...

No hay comentarios:

Publicar un comentario