sábado, 28 de octubre de 2017

Calmando la sed (PNM, VII)

Posada dentro del propio observatorio, esta lavandera de El Cabo Motacilla capensis tan desenfocada no nos perdía ojo...

 ... y como quiera que no se quedó satisfecha mirando nuestros cogotes, dio un rodeo para terminar posándose delante y vernos de frente, dejando a su espalda mi principal fuente de interés en nuestra visita a Mokala: la que surtía de agua al abrevadero del que empecé a hablar en mi entrada de ayer.

 El magro chorro de agua atraía como un imán a multitud de avecillas que preferían beber y bañarse allí junto a la surgencia, imagino que buscando el agua más clara. Estos puntos donde, forzadas por la necesidad, las aves abandonan su cobijo entre la vegetación para acudir a beber los días de calor, son una mina para observadores y fotógrafos: una forma muy cómoda de ver especies de las que cuesta un montón tener observaciones decentes de otra manera, como este bonito macho de estrilda melba Pytilia melba.

 Un par de anteojitos del Orange Zosterops pallidus y otro de amarantas senegalesas Lagonosticta senegala, que aparecen dando la espalda, las muy maleducadas. Los primeros los veo casi cada día en Bloemfontein, y son de mis aves preferidas: muy bonitos, con su pinta de mosquiteros cabezones y maquillados, muy activos y a la vez muy confiados. Y su canto además me recuerda mucho al de las currucas capirotadas: un punto más a su favor, a pesar de que de entrada siempre me hagan dudar y arquear una ceja. Las amarantas solían verse con relativa frecuencia en las pajarerías en España antes de que la UE prohibiese la importación de aves silvestres, y alguna población introducida hay por Europa adelante.

 El tirón del bebedero atrae muchas aves de muchas especies, y en ocasiones a muchas de una, como es el caso de los queleas comunes Quelea quelea, una especie de tejedor fuertemente social que todo lo hace en grupo. Aunque el pico rojo ayuda a identificarlos con facilidad, todavía no me he quitado las ganas de ver los machos de esta especie en plumaje nupcial, cuando cogen mucho más colorido: son polimórficos, y todas las variantes me parecen bastante atractivas.

 Un azulito angoleño Uraeginthus angolensis y otra amaranta macho, ahora sí, dando la cara; aunque está a medio mudar al plumaje de cría y todavía no luce sus mejores galas.

 Y ya esta solitaria tortolita colilarga Oena capensis, macho, como la que os enseñé hace un par de entradas, nos sirve para enlazar con otras dos palomas...

... presentes en una foto de grupo. Dos tórtolas senegalesas Spilopelia senegalensis, acompañadas de más azulitos, amarantas, queleas y un precioso granadero meridional Granatina granatina. El flujo de aves bajando a beber era casi continuo, y de lo más variado; me habría quedado allí todo el fin de semana. Pena que mis compañeros de viaje no compartiesen mis ganas...

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