domingo, 19 de febrero de 2017

Los guardianes de la ciudadela

 Nos quedamos en la entrada de ayer a las puertas de la Ciudadela de Besanzón: pues bien, flanqueada esa puerta, una pradera remontaba hasta el foso y el muro que, ahora sí, marcaban el acceso a la Ciudadela "de verdad", la de pago.

 He dicho "pradera", y tal vez peco de optimista: entre el suelo medio pelado, algo de escombros y el chabolo del fondo, el recinto tenía más bien pinta de descampado donde dejaría un gitano atado al burro. Impresión reforzada por la presencia de animales burriformes pastando a media distancia...

 ... por suerte no eran burros, sino vicuñas Vicugna vicugna, el ancestro silvestre de las alpacas. Y es que uno de los atractivos turísticos de la Ciudadela de Besanzón es que alberga un zoológico que, con ser bastante modesto, no llega a ser "cutre", o al menos no parece que la mayoría de los animales estén sufriendo o mal atendidos.

*Extra: camélidos y gitanos.

 Junto con las vicuñas, y completando el elenco de fauna del Cono Sur del zoo, se paseaban también unas cuantas ñandúes de Darwin Rhea pennata, de menor tamaño que las ñandúes comunes y plumaje moteado de blanco.

 El foso que delimitaba el acceso a la Ciudadela interior sería a su vez de recinto a unos monos muy particulares, propios de zonas montañosas de clima severo (de Etiopía, en concreto) y cuyo hábitat natural de hecho no es muy diferente del de la imagen. ¿Los veis, como pequeñas bolas de pelo en la foto?

 Eran un grupo de geladas Theropithecus gelada, una especie de babuinos de hocico corto y hábitos de lo más curioso que tengo bastantes ganas de ver en libertad, porque la verdad es que la pinta a medio camino entre "King in the North" y asiduo de Las Barranquillas de este macho de la imagen no resultaba especialmente edificante.

 Bueno, ya de puertas para adentro, la Ciudadela, haciendo honor a su nombre, era como una pequeña villa: con sus antiguos cuarteles y patios de instrucción...

 ... su capilla y multitud de otros edificios variados, muchos de los cuales albergan ahora museos y el resto de las colecciones de animales del zoo.

 El techado cuadrangular que se ve en la imagen de arriba cubría el bocal de un pozo destinado a proveer de agua a los habitantes de la fortaleza en caso de asedio. La roldana, como veis, era más bien un carrete de enorme tamaño, que se hacía girar caminando dentro de la rueda, a lo hámster...

 ... y es que la cuerda debía de tener una longitud considerable, pues por lo que se ve el pozo descendía en vertical hasta alcanzar el nivel freático del río, al pie de la colina, más de cien metros más abajo.

 Una vista desde lo alto de las murallas hacia el brazo oriental del bucle del Doubs que rodea la ciudad, a primera hora de la tarde...
 ... y otra del lado opuesto a última hora, antes de que volviésemos camino de la estación de tren, camino de Dijon (es una pena que no haya -o que no encontrásemos- un sitio desde el que ver al completo el meandro fluvial). Entremedias, una visita muy entretenida a las distintas partes del zoo, que quedará ya para la siguiente entrada...

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