viernes, 2 de diciembre de 2016

¿Al hockey? ¿Y por qué no?

"No se sabe si estás de postdoc o de Erasmus..." Así se despachó JaviP, con cero retranca, alegrándose por el nuevo rumbo que ha tomado mi vida social gracias a los españoles; lo que se junta con las horas interminables de labo y hace que os tenga a vosotros algo abandonados... Dentro de esta dinámica de nuevas actividades, sin pensarlo mucho y dejándome llevar por la masa, acabé el martes por la tarde yendo a ver un partido del equipo de hockey sobre hielo de Dijon contra el de Lyon. No fue hasta que estábamos haciendo tiempo en la cafetería del pabellón, antes del partido, cuando me planteé si en estos días que estamos teniendo de temperaturas gélidas realmente me apetecía pasar la tarde dentro de, literalmente, un congelador...

Pero una vez dentro ya era tarde para echarse atrás; y en todo caso fue una experiencia de lo más entretenida y curiosa, empezando ya porque el pabellón parecía estar gestionado por una serie de "familias": las mujeres que atendían el bar tenían toda la pinta de ser mujeres y nietas, los hombres que controlaban las entradas en los tornos hacía años que habían pasado la edad de la jubilación; otras señoras, a un lado de la única y pequeña grada, prepararon durante todo el partido filloas crêpes para el público... Eso por un lado, y por otro por lo marciano que resulta ponerse a ver un partido de un deporte del que desconoces por completo las normas, del que no sabes mucho más que que hay que deslizar un disco en la portería contraria y que los jugadores a veces (= en las películas americanas) se pegan...

No sabría evaluar la calidad técnica del partido, y deciros si fue bonito o no. Sí sé que los de Lyon parecían jugar de una forma mucho más técnica y elegante, lo que les valió adelantarse en el marcador y cerrar el primero de los tres tiempos con un 0-3 a su favor. Los de Dijon compensaron en cambio su menor agilidad con grandes dosis de marrullerismo, y terminaron dándole la vuelta al marcador y ganando 6-3, sumando además varios expulsados y un stick roto de por medio...

Aunque peleas, lo que se dice peleas (que me da que es una parte no menor de lo que el público busca ver en este deporte, a tenor de cómo vibraba el público), tampoco hubo muchas; según parece de hecho éstas deberían ser la excepción tolerada en la liga norteamericana, pero no la norma.

Vimos el partido a pie de pista, separados del campo sólo por 1 cm de metacrilato contra el que se estampaban el disco y los jugadores con emocionante regularidad; lástima de haber ido con una cámara mejor al partido y no sólo con el móvil. Me resultó fascinante la capacidad de Cefe y Miguel de implicarse en el juego, y de animar a muerte a un equipo que apenas una hora antes no les podría haber dado más igual; eso es algo que claramente me falta para poder disfrutar de ver deporte. Pero me gustó, como os digo, así en general. Me gustaron, mucho más que los amontonamientos de jugadores, las persecuciones largas, elásticas y rápidas de un extremo a otro del estadio, como de págalos parásitos acosando a charranes; símil reforzado no poco por el espantoso frío que pasamos toda la tarde.

Foto de Miguel
Y aquí estamos, los "erasmus". Hasta el siguiente botellón...

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