lunes, 15 de febrero de 2016

Arrivée

 Empezó pronto el día de hoy: a las cinco me recogía Álex y salimos camino del aeropuerto, pues por casualidades (je) de la vida Sonia se volvía a Senegal un par de horas antes que yo, y fuimos a acoplarnos a su despedida.

Se acercaron al aeropuerto también Raquel y Vero, y un par de horas y muchos lloros más tarde salía yo camino de Lyon. Casi todo el viaje no vimos más que nubes, pero ¡qué nubes! Al volar por encima de ellas el sol luce radiante, como en los polos cuando está despejado, y bajo el avión el vapor de agua aumentaba la ilusión formando un bosque espeso de árboles nevados, atravesado por lenguas glaciares de textura completamente diferente. Mientras, en otras zonas más turbulentas, las nubes eran olas rompiendo con furia contra la playa, o cambiando totalmente de tercio se transformaban en extensiones yermas, con lagunas salpicadas aquí y allá... vamos, mil tonos de blanco que no dejaron que me aburriera ni un momento.
Aterrizando en tierras francesas, y justo antes de que las ruedas se posasen en la pista, podría deciros que fueron las cornejas negras las primeras aves en darme la bienvenida a esta estancia postdoctoral, pero se les adelantó una enorme liebre que salió corriendo de su encame al borde de la pista al acercarnos nosotros. Tranvía del aeropuerto al tren,atravesado arrabales lioneses, y tren después al norte: dos horas de campiña muy verde, con muchos pequeños regatos, tanto más medrados, hasta llegar a desbordarse, cuanto más nos acercábamos a Dijon. Y mi jefe esperándome para acercarme a la residencia y enseñarme la facultad. Pero eso ya mañana, que hoy me caigo de sueño...

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